Después de pasar los días más amargos de mi vida, cuando tuve que desplazarme a Ipiales tras del accidente de avión en el que se trasladaba mi hermana Chusa desde Quito a Cali, y regresar con sus cenizas a España, su país natal, el sentido de la vida tomo un giro de 180 grados para mí. Pasadas unas semanas y después de reposar todo ese carrusel de sentimientos, mi pensamiento me empujaba a crear una ONG., para poder dar lo mejor de mí y en cierto modo continuar con la línea de vida en la entrega hacia los demás de Chusa. Desde ese momento elegí el nombre que llevaría esa futura ONG, y ese nombre no es otro que el que surgió de los sentimientos familiares hacia la figura de nuestra Chusa y éste no podía ser otro que “Colibrí del Mundo”.
Muchos años desde entonces, pero ha llegado el momento de afrontar este nuevo reto.
Bióloga, ecologista, viajera del mundo, pareja entregada, madre, nacida el 15 de febrero de 1958 en España. Murió el 28 de enero en un accidente de avión cerca de la frontera de Ecuador-Colombia, a la edad de 43 años.
El elemento común que emerge cuando la gente describe a Chusa es “Luz”—reflejada en su sonrisa, su elegancia, su generosidad, su inteligencia, su dedicación, sus ideas, su pasión…
La Doctora Chusa creció en Madrid, uno de cuatro hijos de una familia tradicional muy unida. Ella vino a Canadá a estudiar y recibir su doctorado en Biología en la Universidad de Carleton en 1987, especializándose en genética molecular y biotecnología. Y también adoptó este país como su casa, manteniendo lazos estrechos con sus padres, hermanas Nuria y Yolanda, y su hermano Francis en España.
Los recuerdos más felices de Chusa de su infancia se situaron en la casa familiar de verano de una España rural con pocas comodidades, donde vivía cerca de los granjeros y el ambiente natural. Era intensamente curiosa y retaba al status quo. De joven, realizó viaje de mochilera por África y Asia y estableció su conexión a las necesidades y aspiraciones de la gente en los países en desarrollo.
Chusa combinó su amor a la naturaleza, su curiosidad y su fuerte deseo para la igualdad en una carrera muy prometedora en investigación para el desarrollo. En 1991 se incorporó al Centro de Investigación para el Desarrollo Internacional (IDRC) en Ottawa, donde fue la inspiración detrás de un programa que se enfrentó al problema de la pérdida de comida esencial y plantas medicinales que millones de pobres necesitan para sobrevivir. Chusa creía que la ciencia moderna podía mezclarse con la ingenuidad tradicional para encontrar soluciones locales y duraderas. Practicó esto a diario, viajando extensivamente y manteniendo relaciones estrechas con investigadores, granjeros y otros en el mundo desarrollado con quienes cuidaba unas relaciones de reto mutuo y aprendizaje.
Aunque Chusa estaba muy entregada a su trabajo, vivía el otro lado de su vida con el mismo fervor. Ella y su compañero, Patrik Hunt vivían en una cabaña idílica de madera en las Colinas de Gatineau, en las afueras de Wakefield, Québec. Disfrutó con las comidas con amigos, bailando en la última oferta musical del Black Sheep Inn y organizando eventos para conmemorar la Día Internacional de la Mujer. El hijo de Chusa y Patrik nació el día de la Madre en 1995. Después de su nacimiento se enfrentó, con su determinación característica, al reto de equilibrar la maternidad con su carrera.
En diciembre 2000 Chusa empezó un traslado de dos años al Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) situado en Cali, Colombia. Su tarea: Coordinar una red para investigar formas de incorporar a las necesidades de los granjeros pobres la aplicación de biotecnología de la yuca, un cultivo que es esencial para muchos en el mundo en desarrollo. Ella y su familia se mudaron a Quito, Ecuador.
En la mañana del 28 de enero (2002), Chusa embarcó en Quito en un avión 727 con destino a Cali (Colombia), donde iba a hacer una presentación en la sede central de CIAT. Cuando el avión se disponía a aterrizar en una escala, se estrelló con un volcán cubierto de niebla de las montañas de los Andes. El día siguiente, a la hora de su presentación, dos instituciones, IDRC en Ottawa y CIAT en Colombia, y muchas otras personas alrededor del mundo cuyas vidas ella había tocado, pausaron para lamentar la pérdida de esta mujer radiante y valiente. Sus cenizas están enterradas en el jardín de la maravillosa casa de verano en España. Una beca para apoyar a los estudios avanzados para mujeres en países en desarrollo se está creando en su nombre, para que su contribución pueda perdurar en la manera que ella hubiera querido, facilitando el potencial de los demás.